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miércoles, 5 de marzo de 2014


Anonadadas nos quedamos cuando vimos esta escena bastante morbosa de Águila Roja, concretamente del capítulo 5 de la temporada 4, llamado "El doble compromiso de Juan". (¡Os lo enlazamos porque nos encanta la serie!)

En este episodio tiene lugar una de las escenas más morbosamente breves de la serie: el momento en el que Lucrecia, la marquesa de Santillana, se bate contra el nuevo profesor de esgrima de su hijo... que resulta venir con sorpresa.

Os dejamos la secuencia en imágenes:





¿Qué os parece? ¡Seguro que no os ha dejado indiferentes!

¿Amáis tanto la serie como nosotras?

¿Amáis a la marquesa?

¡Decid que sí!


Y pondremos más cositas porque...










martes, 28 de enero de 2014



"Encontraos en el lugar al que sabes que los dos pertenecéis."

 Alexia a Damián, hablándole sobre Valeria.



Fotogramas de la serie. De izq. a dcha: Alexia, Damíán y Valeria.



Mirando bajo la alfombra hemos descubierto esta preciosa frase dicha, increíblemente, por la malvada Alexia. 


¿Qué citas de la serie Ángel o demonio has descubierto tú?













lunes, 27 de enero de 2014


Como soñadoras que somos, a veces nos gusta imaginar más allá de lo que nos dicen los libros.

En Corazón de tinta, Cornelia Funke describió a una Meggie demasiado pequeña para que pudiera tener "algo" con el maravilloso personaje Dedo Polvoriento, pero... ¿Y si Meggie hubiese tenido unos años más?


Descubre qué podría haber pasado leyendo estos fragmentos sacados del primer libro de la saga Mundo de tinta.


Entonces lo vio. La oscuridad palidecía a causa de la lluvia y el extraño era apenas una sombra. Sólo su rostro brillaba hacia Meggie desde el exterior. El pelo se adhería a su frente mojada. La lluvia chorreaba sobre él, pero no le prestaba atención. Permanecía inmóvil, los brazos cruzados contra el pecho, como si de ese modo pretendiera entrar en calor. El desconocido no apartaba la vista de su casa desde el otro lado.
          <<¡Tengo que despertar a Mo!>>, pensó Meggie. Pero se quedó sentada, con el corazón palpitante, los ojos clavados en la noche, como si el extraño le hubiera contagiado su inmovilidad. De pronto, el desconocido giró la cabeza y a Meggie le dio la impresión de que la miraba de hito en hito." (Páginas 16 y 17)


Dedo Polvoriento siguió a Mo al interior de la casa. Examinó a Meggie con tanto detenimiento que, de pura timidez, la niña no sabía dónde fijar la vista. Al final se limitó a clavar sus ojos en el desconocido.
          <<Ha crecido.>>
          <<¿Te acuerdas de ella?>>
          <<Por supuesto.>>
[...]
Dedo Polvoriento se apartó de la frente el pelo empapado. Le llegaba casi hasta los hombros. Meggie se preguntó de qué color sería si estuviese seco. Alrededor de la boca, de labios finos, los cañones de la barba eran rojizos." (Página 20)

Ahora el único que estaba allí era Dedo Polvoriento. Pero ninguna otra visión habría hecho latir más deprisa el corazón de Meggie. [...] Su abrigo debía de estar todavía húmedo, aunque el pelo se le había secado. Rubio rojizo, se erizaba sobre el rostro marcado por las cicatrices." (Página 37)


Se acercó despacio a Meggie. La niña sin querer retrocedió un paso. [...]
Meggie retrocedió otro paso, pero Dedo Polvoriento no continuó acercándose a ella." (Página 41)

Dedo Polvoriento se encontraba ahora muy cerca de Meggie. [...]
Meggie asintió. Su corazón latía con tanta fuerza que casi le impedía respirar." (Página 42)

          <<Esto tiene pinta de parentela acaudalada, ¿no?>> -susurró Dedo Polvoriento al oído de Meggie." (Página 49)

Dedo Polvoriento sonrió a Meggie al reparar en su mirada." (Página 59)

Mientras permanecía, indecisa, ante la biblioteca, una mano se apoyó de pronto en su hombro por detrás. Una segunda ahogó su gritó de susto.                                       <<¡Soy yo! -le susurró al oído Dedo Polvoriento-. Calma, mucha calma o nos llevaremos los dos un disgusto, ¿comprendes?>> 
Meggie asintió con la cabeza y Dedo Polvoriento apartó despacio la mano de su boca. [...]                                       
          <<Meggie, escúchame!>> -Dedo Polvoriento la miró con insistencia a la cara. Sus cicatrices parecían rayas pálidas que alguien hubiera dibujado en sus mejillas, dos rayas en la izquierda, ligeramente arqueadas, una tercera en la derecha, aún más larga, desde la oreja hasta la aleta de la nariz." (Página 61)


Dedo Polvoriento practicaba juegos malabares. Al descubrir a Meggie, se le escapó de las manos una pelota que rodó hasta los pies de la niña.                                   <<¿Cómo es que sabe hacer eso? -preguntó-. Era... maravilloso.>>             Dedo  Polvoriento hizo una reverencia burlona. Ahí estaba de nuevo su enigmática sonrisa.                                                                                                                         <<Me gano la vida con eso -explicó-. Con eso y con un par de cosas más.>>" (Página 70)


          <<¿Quieres que te enseñe esta noche para qué sirven las botellas, el algodón y todos los demás objetos misteriosos de mi bolsa? -inquirió sin mirarla-. Pero para eso tiene que estar oscuro, oscuro como boca de lobo. ¿Te atreves a salir fuera de casa en plena noche?>>" (Página 72)

Dedo Polvoriento cruzó los brazos detrás de la cabeza.                                                    <<Conozco un montón de cosas sobre él -contestó-. Acaso algún día te las cuente, pero ahora nosotros dos tenemos una cita. Esta noche, a las once, en este mismo lugar.>>" (Página 73)

Él tenía el torso desnudo y su piel palidecía a la luz de la luna, suspendida justo sobre la casa de Elinor, como si también ella hubiera acudido expresamente a presenciar la función de Dedo Polvoriento. Cuando Meggie surgió de la oscuridad, Dedo Polvoriento le hizo una reverencia.                                                       <<Tome asiento, por favor, bella señorita -exclamó en medio de la música-. La estaba esperando.>>                                                            
Meggie, turbada, se sentó en el banco y miró en torno suyo." (Página 86)

Acto seguido, encendió una segunda antorcha y se acarició con la llama los brazos desnudos. Parecía feliz como un niño jugando con su animal favorito. El fuego lamía su piel como si fuese algo vivo, un ser que ardía en llamas cuya amistad se había granjeado, que lo acariciaba, que bailaba para él ahuyentando la noche." (Página 87)


Hizo desaparecer las antorchas como si la oscuridad se las hubiera tragado y se inclinó, sonriente, ante la atónita Meggie. La niña permanecía allí sentada, en el duro banco, hechizada, sin hartarse de ver cómo se acercaba una vez más la botella a la boca para escupir sin cesar fuego al rostro negro de la noche." (Página 88)

Dedo Polvoriento vio la delgada figura de Meggie petrificada, como si nunca más fuese capaz de volver a moverse. Parecía que sus fuerzas la habían abandonado y que la siguiente ráfaga de aire la arrastraría.
Permaneció inmóvil tanto tiempo que en cierto momento Dedo Polvoriento cerró los ojos para no verla. Pero de repente la oyó llorar y su cara ardió por la vergüenza, como si el viento proyectase contra ella el fuego con el que acababa de jugar hacía un rato." (Página 93)

Durante un instante terrible él se sintió apremiado a correr hacia ella para consolarla y explicarle por qué se lo había contado todo a Capricornio. Pero para entonces Meggie ya había pasado de largo." (Página 94)

El afecto que sentía por la hija de Lengua de Brujo era un obstáculo más serio, y sus remordimientos de conciencia tampoco le facilitaban precisamente la labor. Sí, a Dedo Polvoriento le remordía la conciencia cuando se deslizó dentro de la habitación de Meggie... a pesar de que no se proponía nada malo. [...] Esa noche Dedo Polvoriento acudía por un motivo diferente. Esa noche llevaba a la habitación de Meggie algo que le corroía el corazón desde hacía años.
Se detuvo junto a la cama y observó a la niña dormida, meditabundo. No le había costado delatar a su padre a Capricornio, pero con la niña las cosas transcurrían de otra forma. A Dedo Polvoriento su rostro le recordaba otro, aunque la pena aún no había dejado sombras oscuras en el de la niña. Qué curioso, cada vez que ella le miraba, él sentía el ansia de demostrarle que no merecía la desconfianza en sus ojos. Siempre había en ella un poso de desconfianza, incluso cuando le sonreía." (Página 120)

El rostro de Meggie le recordaba a otro...

Meggie dormía como un tronco, la cara apretada contra un jersey gris. Seguro que pertenecía a su padre. Murmuraba algo en sueños, pero Dedo Polvoriento no logró entenderlo. De nuevo los remordimientos de conciencia conmovieron su corazón, pero ahuyentó esa molesta sensación." (Página 121) 

Dedo Polvoriento levantó la cabeza. Meggie suspiró y se dio la vuelta. Qué desgraciada parecía. Seguro que le asaltaba una pesadilla. Sus labios temblaban y sus manos aferraban el jersey como si buscase un asidero en algo... o en alguien. Sin embargo, en los malos sueños uno casi siempre se encuentra solo, terriblemente solo. Dedo Polvoriento recordó muchas pesadillas, y por un instante estuvo tentado de alargar la mano para despertar a Meggie. Pero estaba hecho un botarate más blandengue que la mantequilla.
Dio la espalda a la cama. Ahuyentó de sus ojos, de su mente, la figura de la niña. Después abrió el libro a toda prisa, antes de que cambiara de idea. Le costaba respirar." (Página 122) 


Al girarse, vio que Dedo Polvoriento seguía apoyado en la enorme mesa. Él la miró, pero esta vez no sonreía.          
          <<¡Perdona!>>, parecían decir sus ojos. <<Tuve que hacerlo. ¡Ya te lo explicaré todo!>> 
Pero Meggie se negaba a entender. Y menos aún a perdonar.             
          <<¡Espero que te mueras! -gritó mientras Basta la arrastraba fuera de la habitación-. ¡Espero que te quemes! ¡Espero que te ahogues con tu propio fuego!>>" (Página 156)


Como veis, algunos de estos fragmentos dejan entrever una jugosa historia entre muchacha y juglar que a nosotras nos ha encantado reconstruir. 

Además, los antecedentes -¡verídicos!- de Dedo Polvoriento enamorado de la madre de Meggie, añaden intensidad a la cosa.

No nos gusta leer la palabra "niña" continuamente, pues nos recuerda que, en el libro, este amor es completamente imposible (e incluso enfermizo), pero esperamos que hayáis podido pasarlo por alto y hayáis disfrutado de esta no-historia de amor de Corazón de tinta.

No hemos puesto ningún fragmento después del episodio de la traición porque creemos que es al principio del libro cuando más se intensifica la relación entre estos dos personajes.



Bajo la alfombra hemos descubierto el amor entre Meggie y Dedo Polvoriento... ¿Qué has descubierto tú?